jueves, 17 de mayo de 2007

ENTREVISTA CON EL DIRECTOR

Surfeando en la red entrevistó vía correo electrónico al director de Letralia, Jorge Gómez Jiménez. A continuación reproducimos la versión completa de dicha entrevista.

¿En qué fecha lanzas oficialmente Letralia en la red?
La primera edición de Letralia circuló el 20 de mayo de 1996, después de tres meses de promoción en foros y listas de correo. El 2 de septiembre de ese año inauguramos nuestra primera página Web, alojada en el servidor del canal mexicano Televisa, espacio que nos fue brindado por un lector. Pasamos por varias otras opciones antes de que nos posáramos definitivamente en
www.letralia.com.

¿Cuándo surge la idea de crear Letralia y cuál fue tu motivación inicial?
La idea surgió a finales de 1995 o principios de 1996. Tenía mis primeros contactos con Internet y, dado que mi conexión era sólo por correo electrónico (una modalidad común en aquellos años), una de las primeras cosas que busqué fueron publicaciones literarias que me llegaran por esa vía. Obviamente no hallé ninguna, y dado que conocía ya la experiencia de
Axxón y tenía mi propia experiencia como editor de medios impresos, me lancé a la aventura.

¿Quiénes conforman Letralia?
Mucha gente, en un equipo nada uniforme pues cada quien colabora en la medida de sus posibilidades. Aparte del consejo editorial en su estructura nominal, hay muchos colaboradores que no aparecen allí y que participan en la selección de textos, corrección de materiales y recolección de información.

¿Tienes algún tipo de apoyo o auspicio para llevar a cabo Letralia?
De hace unos meses para acá hemos empezado a contar con algunos ingresos, bastante escasos aún, por concepto de publicidad, pero hasta entonces todo fue cubierto por Daniel Ginerman (quien provee el alojamiento y mantiene el dominio) y yo.

¿Cuál es la sección más visitada y comentada por tus usuarios?
Creo que es la sección de anuncios de concursos, que cuenta incluso con su propio boletín de correo electrónico, al que están suscritas actualmente más de 4.000 personas, una pequeña comunidad cuyo peso se nota cuando recomendamos algún sitio en especial dentro del boletín o cuando les hablamos de alguna de nuestras iniciativas. Pero también muchos lectores optan por comentar los materiales a sus autores.

¿Algún texto que haya suscitado mayor interés, polémica o respuesta de tu público?
En líneas generales los lectores comentan con mucho interés nuestros editoriales. Algunos en especial parecen haber tocado ciertas fibras en el público, como el que dedicamos a las antologías fraudulentas que pululan por Internet. También recibimos una respuesta sustanciosa cuando lanzamos iniciativas especiales.

¿Puedes hacer un balance inicial de esta experiencia en la Web? ¿Crees que has logrado satisfactoriamente tus objetivos iniciales?
Por supuesto, pues nuestro objetivo inicial era hacer una publicación electrónica que llevara a los correos de sus lectores buena literatura en español. Pensé que incluso ese objetivo sería difícil de cumplir, y cuando empecé tomé el número veinte como garantía de permanencia: si llegaba a publicar la edición número veintiuno, Letralia sobreviviría. Pero claro que con el tiempo los objetivos cambian, se dilatan, por lo que siempre hay objetivos por cumplir. Es lo interesante de este trabajo, nunca puede darse uno totalmente por satisfecho.

¿Qué piensas de la utilización más creciente del espacio virtual como soporte para la publicación de revistas literarias, páginas personales y libros virtuales?
Es una tendencia natural. Recuperar cualquier bloque de información es más sencillo en medios digitales que en el papel, por lo que el empleo de la red para la publicación de textos literarios involucra una mayor manejabilidad de los contenidos. Por otro lado, la evolución de los sistemas de publicación hacia herramientas cuyo manejo no requiere de experiencia técnica está adquiriendo cada vez un mayor peso en el medio. Pongamos por caso la misma Letralia: si fuera una revista impresa, cada edición tendría unas doscientas páginas, lo que aunado a su periodicidad —dos ediciones por mes— sería imposible de manejar con los recursos de que disponemos.

¿Adviertes mayores ventajas que desventajas comparativas en el uso del espacio virtual en lugar del soporte tradicional (papel)?
Hay una ventaja insoslayable y es la que comentaba arriba, la posibilidad de recuperar sin mucho esfuerzo cualquier contenido. Ya he dicho antes que la difusión de literatura en Internet tiene dos elementos en los que se supera las posibilidades del papel: el registro y la difusión. El primero, la transcripción de la literatura que ha producido y produce la humanidad, se produce gradualmente y quizás nunca llegue a su fin. Actualmente ni siquiera podemos decir que tengamos un corpus de conocimientos en Internet que pueda competir con el modelo impreso, pero sí sabemos que ya empieza a sernos útil y hemos comprobado la maravillosa ayuda que brinda a lectores e investigadores de todo el mundo. Es inimaginable la potencia de esta herramienta cuando ese corpus tenga un peso real que vaya más allá de lo anecdótico con lo que contamos en este momento. El segundo, la explosión del texto hacia los cuatro vientos, le da al autor un alcance que en el medio impreso se le hace impensable. Cuando escribo unas líneas en Cagua, es posible que alguien las lea en Estocolmo. Eso, con el papel, habría requerido años de esfuerzo.
Sin embargo sigo siendo un defensor del papel, al menos por el momento. El papel brinda portabilidad y, después de todo, es la tecnología que mejor dominamos dado que llevamos tantos siglos con ella. Esa característica esencial ubica al papel en el puesto más elevado en la cadena de la lectura. Cuando los medios digitales logren satisfacer esa necesidad, será sólo cuestión de tiempo para que nos despidamos de los medios impresos, por la misma razón que hoy preferimos el avión al autobús cuando debemos recorrer largas distancias: velocidad, comodidad, seguridad.

¿Crees que los espacios virtuales tales como los weblogs están poniendo en jaque a los medios tradicionales de difusión? ¿De manera puntual, son los blogs una forma alternativa de difusión y expresión más abierta, democrática y libre ante los medios de comunicación tradicionales?

Ambos medios se complementan, no se anulan. Pensemos un poco en lo que es un medio de comunicación tradicional. Con esa expresión nos referimos comúnmente a los medios impresos, pero éstos ya han adoptado la red como una opción para distribuir sus contenidos y el proceso se ha desarrollado sin mayores traumas. Incluso ya hay medios digitales que pueden entrar en la categoría de medios tradicionales. Una revista como Letralia puede ser considerada un medio tradicional, pues sigue los patrones de trabajo del ámbito de lo impreso.
La relación entre la difusión de los contenidos y la respuesta del público ha pasado por dos hitos esenciales. En el primero, los medios impresos que desempeñaban históricamente el rol de definir la calidad de los contenidos, tuvieron que aprender a compartir ese papel con los digitales. En el segundo, los medios digitales —los que ya pueden ser calificados como tradicionales— empiezan a compartirlo con el destinatario final de toda lectura: el lector. La diferencia entre ambos procesos es que en el primero no podía existir una relación bilateral, los medios impresos no pueden, por limitaciones físicas, adquirir características de los digitales; mientras que en el segundo, siendo digitales tanto los medios tradicionales como las herramientas enfocadas en el individuo, la retroalimentación se está produciendo de manera natural. Ejemplos de esto son los giros que han adoptado las versiones digitales de diarios como Clarín y El País, por mencionar dos en nuestro idioma que ofrecen al lector la posibilidad de “completar” los contenidos con sus opiniones.
En mi opinión, los medios digitales ofrecen al escritor una gran ventaja y una gran desventaja. La ventaja es que cualquiera puede publicar. La desventaja es que cualquiera puede publicar. Si bien es más fácil llevar los contenidos hasta los ojos de los lectores, esta facilidad propicia una sobrepoblación de textos prescindibles, plagios, nimiedades. El punto de diferencia lo hace el ente que decide lo que es prescindible y lo que vale la pena. En los medios tradicionales, este ente era representado por un editor, un consejo editorial, quizás algún censor... En los medios contemporáneos el ente es quien debe ser: el lector. Si me pusiera en este momento, en plan de escritor de autoayuda, a escribir consejos para amar y ser feliz, quizás mucha gente consideraría prescindibles mis textos, pero éstos siempre tendrían la oportunidad de, al menos, un lector. Eso en el papel era más difícil.

¿Esta atmósfera de la “globalización” o mundialización cómo crees que afectan a las culturas locales? ¿Se puede vivir al margen de la mundialización?
Siempre hubo interacción entre las culturas. Es un proceso natural y es lo que desde siempre ha definido los perfiles culturales. La globalización, que básicamente es expansión económica, con independencia de las particularidades nacionales y bajo el liderazgo de las grandes corporaciones, en realidad es una suerte de versión contemporánea de los antiguos procesos de colonización. Y ya que toda colonización involucraba la interacción entre las culturas que participaban en el proceso, la moderna globalización no es una excepción a la regla.
La diferencia, claro está, es que con los medios de comunicación contemporáneos —incluyendo la red— los valores culturales se difunden con mayor rapidez. Esta diferencia es tan notoria que hasta ha sido decisiva para bautizar el proceso con un nombre específico: información viral. Como los virus, los contenidos culturales contagian a vastos y muy diversos públicos a través de Internet. Un niño en México es lanzado a un río por otro, y la grabación en video de este hecho intrascendente le da la vuelta al mundo generando una intensa fiebre en la que se puede ver de todo, desde versiones modificadas del video integrando otros elementos culturales hasta objetos reales como camisetas y agrupaciones.
De la misma manera los medios actuales propician la difusión de contenidos más sólidos que, eventualmente, podrían modificar la conducta de un pueblo respecto a una realidad específica. En Venezuela, por ejemplo, la adopción de la celebración de Halloween ocurrió, de manera sospechosa, con la masificación de las antenas parabólicas, el cable e Internet. Este tipo de situaciones no es siempre necesariamente algo perjudicial: pongamos por caso el bookcrossing, la práctica de dejar libros en la calle para que sean aprovechados por otros lectores. Se trata de una realidad cultural que nació en Estados Unidos y poco a poco se ha ido reproduciendo en otras culturas.
No creo posible sustraerse a tales influencias externas en la actualidad. Ni siquiera lo creo conveniente, pues la única manera de lograrlo sería aislando a un pueblo para impedir que su cultura sea “contaminada”. Y en el mundo contemporáneo un pueblo aislado está destinado al fracaso.

¿Tienes algún proyecto personal ad portas?
Varios, especialmente en lo literario. Trato de sacarle agua a las piedras con el tiempo y me mantengo escribiendo, en general textos de largo aliento. En cuanto a Letralia, hay varias ideas ya delineadas que no han podido hacerse realidad por el asunto de los recursos, pero estoy seguro de que se materializarán a su debido tiempo. Aparte de eso mantengo un blog con una temática alejada de la literatura, que ha resultado bastante exitoso y está a punto de evolucionar hacia una publicación especializada con la participación de otras personas.

¿Cuáles son tus revistas y páginas virtuales de literatura favoritas?
Me pones en un compromiso, pues estoy seguro de que se me va a olvidar alguna... Entro literalmente a cientos de páginas literarias cada mes, suelo regresar a muchas de ellas después de algún tiempo, pero creo que la que ha mantenido mi interés durante todos los años que llevo conociéndola ha sido
Espéculo, que dirige en la Complutense el amigo Joaquín María Aguirre. En el plano nacional, me mantengo fiel a Ficción Breve Venezolana, de mi hermano Héctor Torres. También con regularidad leo la peruana El Hablador, el imperdible y versátil Libro de Notas, dirigido por Marcos Taracido, y Hontanar, que publica Michael Gamarra desde Australia, en un cómodo formato PDF. Lamenté el cese de actividades de El Florido Byte. Y soy asiduo también de una publicación que no es literaria, pero que me parece la mejor en su género: La Off-Off Crítica, sobre crítica cinematográfica.
De las publicaciones de reciente creación, leo —y a veces hasta escribo en ellas—
Narrativas, de Magda Díaz y Morales y Carlos Manzano, y Los Hermanos Chang, de José Urriola y Fedosy Santaella Kruk. De la primera me atrae el rigor profesional y la calidad de los textos. De la segunda, la frescura, el humor implícito en la misma esencia de la publicación.
Obviamente ya no podemos hablar sólo de publicaciones, pues la realidad actual nos convierte en lectores de blogs personales que por su calidad, o por la pertinencia de la información que suministran, están en mi lista de lecturas regulares. Es el caso del
Diario de una disléxica, de Rebecca Milans; el Puente Aéreo de Gustavo Faverón; Ojo al Texto, de Álvaro Ramírez Ospina; las Apostillas Literarias de Magda Díaz y Morales y A mi manera, de María Dubón. Son estos los blogs que leo primero cuando abro mi agregador.

¿Tienes contacto con las páginas Web y weblogs literarias peruanas? ¿Puedes mencionarnos alguna de ellas?
Internet está invadida de buenos recursos peruanos, de los que mencioné ya El Hablador y el blog de Faverón. En el aspecto específico de la blogósfera, me gusta esa pasión con la que cada dos por tres se lanzan a la polémica. Pasión es vida, fuerza.

¿Cuáles son los libros o el libro que ha (n) causado mayor impacto en tu proceso creativo o en tu contactos con la literatura?
Cuando leí Cien años de soledad en mi adolescencia sentí un obvio estremecimiento interior como ser humano y como escritor, pero principalmente como lector. Sin embargo, el mayor impacto en mi concepción creativa fue producido por dos libros que leí de forma simultánea —por el simple hecho de que los compré el mismo día—: Ficciones, de Jorge Luis Borges, y una colección de cuentos de Julio Cortázar seleccionada por el mismo Borges. Fue entonces cuando me di cuenta realmente de toda la magia que uno podía encender desde la literatura. Y no volví a sentir eso con tanta intensidad hasta que, en los últimos años, me topé con los libros de Roberto Bolaño.

¿Qué autores consideras de cabecera o lectura necesaria en tu experiencia como lector y creador?
Además de los mencionados, los autores a los que siempre regreso, los que literalmente están en la cabecera de mi cama son Franz Kafka, Edgar Allan Poe, Henry Miller. Hay muchos más, pero estos son los que nunca dejo de leer. Cuando viajo, por ejemplo, por lo general llevo conmigo algún libro que esté leyendo en el momento y alguno de estos autores.

¿Puedes definir tu experiencia en la red en un par de líneas?
Cuando me presento ante el público en los eventos literarios trato de resumirlo todo con esta frase: Soy Jorge Gómez Jiménez, soy escritor y edito en Internet la revista literaria digital Letralia, Tierra de Letras.

Correo electrónico de contacto:
jgomez@letralia.com

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